Pasó de repente, sin haber fijado un itinerario y fue nada más verte, por verte a diario. No fue un accidente, pues no creo en el destino sino que fue tan solo suerte; fue todo un milagro.
Fue el fin de un Otoño mientras que yo seguía en mi Primavera; rodeado de truenos y rayos y moviéndome a cámara lenta. Y entonces nos dimos un beso con los ojos abiertos, los pies en la tierra y la mirada en el cielo.
No hay otra razón que te pueda dar para explicarte todo lo que me haces sentir y es que es tan solo tu movimiento que me lleva a otro lugar. Y aun quiero saber qué es lo que me das cada día, que me han vuelto las ganas de comerme el mundo.
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