Me he sentido tan triste que la gente me mira al pasar y adivinan cómo me siento. Pueden intuir que algo va mal, que no encaja, como si yo no perteneciera a este lugar. Les veo pasar a través del cristal de la ventana empapado en gotas de lluvia, demasiado felices como para preocuparse de lo que sucede en realidad. Y la verdad, me gustaría sentirme como ellos, pero siento que lo arruinaré todo otra vez.
Hay momentos en los que pasa lo contrario, me siento tan eufórico, que la emoción me supera y me desborda; y de repente, en ese preciso instante en el que todo se sobrepasa me siento incómodo conmigo mismo por darme por vencido con tanta facilidad. Pero luego pienso que si tuviese a alguien a mi lado, jamás, nunca jamás, permitiría que se sintiese solo y nunca me rendiría con él. Pero... ¿Quién soy yo para soñar?
Ojalá pudiera hacerlo todo más fácil. Daría lo que fuera por volverte a oir decir mi nombre. Quién sabe... tal vez una sencilla carta y todo comience de nuevo.
Sin embargo, sé que el mundo es un lugar maravilloso pero no puedo sentirlo como debería en este preciso momento. Creo que lo estaba haciendo bien y a pesar de ello mi cerebro solo manda impulsos a mi cuerpo para permitirle llorar. Tengo que alejar esos pensamientos de mi y vuelvo a pensar que todo lo que me rodea es increíble, desde lo alto de los cielos hasta la profundidad de los mares, pero solo puedo tener esa sensación cuando estás aquí conmigo, rodeándome con tus brazos y alejando todos mis males.
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