Qué bien que en mis pupilas siga entrando luz del sol. Qué bien que en mi cerebro se produzcan intercambios de información. Qué bien que te pusiste en medio. Qué bien que con mis dedos note frío y tu calor. Qué bien que por mis nervios corran impulsos que me cuentan que estás en mi habitación, que no te has ido y que te tengo cerca.
Y qué genial, qué astuto, qué indecente, qué maravillosamente oportuno el soplo de viento que aún hizo atrevido tu olor con el mío. Y qué manera de perder las formas, y qué forma de perder las maneras. Ya nada importa; el mundo ya se acaba y no quedará nada así que disfrutemos de la última cena
No sería lo mismo imaginarte que poder estudiarte con detalle. Usaré cada segundo que pase para poner a prueba nuestras capacidades corporales, quedando sin probar sólo un sentido; el del ridículo por sentirnos libres y vivos.